viernes, 24 de mayo de 2013

cuando me visita la enfermedad


Hablemos de Bioética…
Cuando me visita le enfermedad
Por Pbro. Lic. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coord. Diocesano de la Pastoral de la Salud
Twitter: @padrealejandro
Facebook: Hablemos de Bioética

De repente vamos por la vida llenos de salud, de energía, trabajamos, nos divertimos, vamos a la Iglesia, vienen los tiempos de las grandes decisiones y creemos que esto es para siempre. Como que nos sentimos inmortales y no sabemos lo que es el dolor, el cansancio, la fatiga.
Pero de repente el tiempo empieza a pasar, cae, nos sorprende como un ladrón en la noche y empiezan las fatigas, el dolor por allá, y solemos decir que antes no me dolía la rodilla, o que me cansaba menos y que hacía más actividades.
La enfermedad nos suele sorprender “cuando menos lo esperamos”, y es que la fragilidad de la vida humana se hace presente a cualquier edad. La enfermedad no respeta condición social, cultura, religión o edad.
Y es que debemos decir que hay diversos tipos de enfermedades
Agudas por ejemplo la gripe, las Crónicas por ejemplo la artritis, las Esporádicas por ejemplo, los derrames cerebrales, las Infecciosas y parasitarias, neoplasmas (las que se refieren a los tumores cancerígenos) , enfermedades de la sangre y del sistema inmunológico, enfermedades endocrinas (diabetes, obesidad), desórdenes mentales, del sistema respiratorio y digestivo, etc.
¿Cómo debemos prepararnos ante la posible llegada de una enfermedad? ¿Qué actitud debemos tomar ante la llegada de una enfermedad?
Propongo cinco sencillos pasos para prepararse:
1.   Ser consciente
2.   Prevención
3.   Aceptación
4.   Cuidados
5.   Actitud

1.   Ser consciente de la finitud de la vida humana, yo no soy inmortal, no viviré eternamente, la vida es prestada y está sujeta a la caducidad del tiempo. Es necesario tener esta preparación mental, existen algunas personas que viven más de 100 años, pero son muy pocas, incluso suelen ser noticia. Pero aún así igual mueren.
2.   La prevención. Formar hábitos saludables durante la vida ayudan a retrasar la aparición de las enfermedades. Comer saludablemente, es decir, de una manera balanceada, hacer ejercicio regularmente, dormir para descansar, fomentar relaciones sociales sanas y verdaderamente humanas, tener una vida espiritual equilibrada y mentalmente buscar momentos de relajación, de descanso, poner orden en tus ideas y consultarlas combatiendo así el stress. Esto ayuda, son medios. La vida debe procurarse vivir en un estado de equilibrio constante.
3.   Aceptación. Cuando llega la enfermedad es necesario encontrarnos serenos, en este momento suelen presentarse las etapas que la Dra. E. Kubler Ross dice acerca del duelo (la enfermedad debe vivirse como un proceso de duelo, pues es una pérdida, la de la salud): Negación, ira, pacto o negociación, depresión y finalmente la aceptación. Quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca por la pérdida del hijo y la depresión- contemplará el próximo devenir con más tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor... la vida se va imponiendo.

Dentro de la aceptación podemos añadir la virtud cristiana de la esperanza, pues es la que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno. Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la esperanza.    
4.   Cuidados. Aquí hablamos de los cuidados básicos para sanar la enfermedad, la alimentación, la administración a tiempo de los medicamentos, la atención debida al enfermo. Pero también podemos hablar de los cuidados paliativos que un enfermo en etapa terminal necesita tener, estos son los cuidados proporcionados al tipo de enfermedad que padece. Pero sobre todo, el enfermo en esta etapa necesita apoyo, afecto de toda su familia, necesita sentirse querido, comprendido, útil a la familia y sociedad y esto de alguna manera debemos considerarlo.
5.   Actitud. La mejor actitud es la de la esperanza cristiana. Como decíamos hace un momento si el enfermo es creyente, debemos hacer hincapié de la posibilidad de unir sus padecimientos a los de Cristo Sufriente. Unir los propios  sufrimientos a la Pasión de Cristo, así en una unión profunda la fe del enfermo se fortalecerá convirtiéndose así en una imagen viva del rostro de Cristo en la cruz.
Pero si el enfermo no fuera creyente, entonces es necesario insistir en que esta enfermedad puede ser una posibilidad para repensar en su propia vida,  sus proyectos, su actitud ante su familia y amigos, etc.

Que no nos tome por sorpresa la enfermedad, asumamos con serenidad la finitud de la vida, nuestra limitación humana elevando a Dios nuestra oración constante y así, seremos plenamente humanos respondiendo a Dios como verdaderos cristianos.

viernes, 15 de febrero de 2013

El Hospital como lugar de Evangelización


Hablemos de Bioética…
Pastoral de la Salud

El Hospital como lugar de Evangelización
Por Pbro. Lic. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coord. Diocesano para la Pastoral de la Salud
Facebook: Hablemos de Bioética
Twitter: @padrealejandro
Sin adentrarnos en la vasta temática de la humanización de la asistencia hospitalaria, recordamos aquí que la complejidad estructural  y funcional del hospital moderno comporta una serie de problemas que, desde una perspectiva pastoral, se convierten en otros tantos desafíos a los que hay que dar una respuesta adecuada y elaborada.
Inevitablemente, el hospital representa para el paciente-enfermo, un lugar extraño. Por más acogedor que se quiera hacer el ambiente hospitalario-lo cual me parece lo correcto- , el enfermo lo verá como algo ajeno a él. No es su hogar, no tiene el “calor de casa”.  De esta manera, ingresar al hospital siempre conlleva una “fractura emocional”, pues conlleva un antes y un después de la propia vida. Antes estaba sano y ahora estoy enfermo. El mismo hospital me lo recuerda. Por eso, hoy más que nunca debemos preocuparnos-autoridades y agentes de la Salud-, a procurar un ambiente lo más humano posible, haciendo así el lugar de encuentro del paciente con la vida saludable que llega a buscar.
Médicos, enfermeras/os, trabajadores de la salud contribuyen con su trabajo cualificado sirviendo al enfermo desde su competencia científica profesional.
Los demás agentes de la salud, debemos favorecer este trato humano y profesional que ofrecen en los hospitales. ¿Cómo podemos hacerlo?
En muchos hospitales- aún faltan varios-, los llamados visitadores de los enfermos, acuden una o dos veces por semana a visitar y a ofrecer a los enfermos los “auxilios espirituales”. Llegan amablemente al enfermo y  a sus familiares, y después de una breve plática le preguntan si desea reconciliarse con Dios, o ser Ungido o tal vez recibir la Sagrada Comunión. De esta manera, el hospital se convierte en el nuevo Templo donde Dios se hace presente y actúa a través de los Sacramentos. El Presbítero llega después para ofrecerles el alivio y el consuelo que sólo puede ofrecer Jesucristo presente en los Sacramentos. En este sentido, el ministro extraordinario de la Sagrada Comunión desempeña también un rol muy importante pues acompaña y está presente muchas veces para una asistencia más cercana.
Es así, como es más común que entre los pasillos de los hospitales- Jesucristo camine en medio de los enfermos, curándolos y salvándolos.
Hoy, el hospital tiene  que atraer a la Iglesia hacia sí, como Iglesia tenemos y debemos ir hacia ellos, pues ahí mismo los enfermos y sus familias necesitan de esta presencia de Dios que actúa y salva.
Para garantizar la viabilidad de todos estos aspectos es preciso que las administraciones de los hospitales muestren una particular sensibilidad de cara a los aspectos <<humanísticos>>. Los mismos médicos y enfermeras saben que cuando el paciente, - espiritualmente esta en paz-, la recuperación es mucho más rápida, pues parte de los cuidados paliativos, que en un próximo artículo reflexionaremos.
Pidamos a Dios por la labor que día a día se realizan en todos los hospitales, por los médicos, enfermeras/os, trabajadores de la salud, para que sirviendo fielmente a su vocación puedan vivir el hospital como una presencia constante de la nueva casa de Dios.

El Hospital como lugar de Evangelización


Hablemos de Bioética…
Pastoral de la Salud

El Hospital como lugar de Evangelización
Por Pbro. Lic. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coord. Diocesano para la Pastoral de la Salud
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Twitter: @padrealejandro
Sin adentrarnos en la vasta temática de la humanización de la asistencia hospitalaria, recordamos aquí que la complejidad estructural  y funcional del hospital moderno comporta una serie de problemas que, desde una perspectiva pastoral, se convierten en otros tantos desafíos a los que hay que dar una respuesta adecuada y elaborada.
Inevitablemente, el hospital representa para el paciente-enfermo, un lugar extraño. Por más acogedor que se quiera hacer el ambiente hospitalario-lo cual me parece lo correcto- , el enfermo lo verá como algo ajeno a él. No es su hogar, no tiene el “calor de casa”.  De esta manera, ingresar al hospital siempre conlleva una “fractura emocional”, pues conlleva un antes y un después de la propia vida. Antes estaba sano y ahora estoy enfermo. El mismo hospital me lo recuerda. Por eso, hoy más que nunca debemos preocuparnos-autoridades y agentes de la Salud-, a procurar un ambiente lo más humano posible, haciendo así el lugar de encuentro del paciente con la vida saludable que llega a buscar.
Médicos, enfermeras/os, trabajadores de la salud contribuyen con su trabajo cualificado sirviendo al enfermo desde su competencia científica profesional.
Los demás agentes de la salud, debemos favorecer este trato humano y profesional que ofrecen en los hospitales. ¿Cómo podemos hacerlo?
En muchos hospitales- aún faltan varios-, los llamados visitadores de los enfermos, acuden una o dos veces por semana a visitar y a ofrecer a los enfermos los “auxilios espirituales”. Llegan amablemente al enfermo y  a sus familiares, y después de una breve plática le preguntan si desea reconciliarse con Dios, o ser Ungido o tal vez recibir la Sagrada Comunión. De esta manera, el hospital se convierte en el nuevo Templo donde Dios se hace presente y actúa a través de los Sacramentos. El Presbítero llega después para ofrecerles el alivio y el consuelo que sólo puede ofrecer Jesucristo presente en los Sacramentos. En este sentido, el ministro extraordinario de la Sagrada Comunión desempeña también un rol muy importante pues acompaña y está presente muchas veces para una asistencia más cercana.
Es así, como es más común que entre los pasillos de los hospitales- Jesucristo camine en medio de los enfermos, curándolos y salvándolos.
Hoy, el hospital tiene  que atraer a la Iglesia hacia sí, como Iglesia tenemos y debemos ir hacia ellos, pues ahí mismo los enfermos y sus familias necesitan de esta presencia de Dios que actúa y salva.
Para garantizar la viabilidad de todos estos aspectos es preciso que las administraciones de los hospitales muestren una particular sensibilidad de cara a los aspectos <<humanísticos>>. Los mismos médicos y enfermeras saben que cuando el paciente, - espiritualmente esta en paz-, la recuperación es mucho más rápida, pues parte de los cuidados paliativos, que en un próximo artículo reflexionaremos.
Pidamos a Dios por la labor que día a día se realizan en todos los hospitales, por los médicos, enfermeras/os, trabajadores de la salud, para que sirviendo fielmente a su vocación puedan vivir el hospital como una presencia constante de la nueva casa de Dios.