Hablemos
de Bioética…
Cuando
me visita le enfermedad
Por
Pbro. Lic. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coord.
Diocesano de la Pastoral de la Salud
Twitter:
@padrealejandro
Facebook: Hablemos
de Bioética
De repente vamos por la
vida llenos de salud, de energía, trabajamos, nos divertimos, vamos a la
Iglesia, vienen los tiempos de las grandes decisiones y creemos que esto es
para siempre. Como que nos sentimos inmortales y no sabemos lo que es el dolor,
el cansancio, la fatiga.
Pero de repente el tiempo
empieza a pasar, cae, nos sorprende como un ladrón en la noche y empiezan las
fatigas, el dolor por allá, y solemos decir que antes no me dolía la rodilla, o
que me cansaba menos y que hacía más actividades.
La enfermedad nos suele
sorprender “cuando menos lo esperamos”, y es que la fragilidad de la vida
humana se hace presente a cualquier edad. La enfermedad no respeta condición
social, cultura, religión o edad.
Y es que debemos decir que
hay diversos tipos de enfermedades
Agudas por ejemplo la gripe, las Crónicas por ejemplo la artritis, las Esporádicas por ejemplo, los derrames
cerebrales, las Infecciosas y parasitarias,
neoplasmas (las que se refieren a los tumores cancerígenos) , enfermedades de
la sangre y del sistema inmunológico, enfermedades endocrinas (diabetes,
obesidad), desórdenes mentales, del sistema respiratorio y digestivo, etc.
¿Cómo debemos prepararnos
ante la posible llegada de una enfermedad? ¿Qué actitud debemos tomar ante la
llegada de una enfermedad?
Propongo cinco sencillos
pasos para prepararse:
1. Ser
consciente
2. Prevención
3. Aceptación
4. Cuidados
5. Actitud
1. Ser
consciente de la finitud de la vida humana, yo no soy inmortal, no viviré
eternamente, la vida es prestada y está sujeta a la caducidad del tiempo. Es
necesario tener esta preparación mental, existen algunas personas que viven más
de 100 años, pero son muy pocas, incluso suelen ser noticia. Pero aún así igual
mueren.
2. La
prevención. Formar hábitos saludables durante la vida ayudan a retrasar la
aparición de las enfermedades. Comer saludablemente, es decir, de una manera
balanceada, hacer ejercicio regularmente, dormir para descansar, fomentar
relaciones sociales sanas y verdaderamente humanas, tener una vida espiritual
equilibrada y mentalmente buscar momentos de relajación, de descanso, poner
orden en tus ideas y consultarlas combatiendo así el stress. Esto ayuda, son
medios. La vida debe procurarse vivir en un estado de equilibrio constante.
3. Aceptación.
Cuando llega la enfermedad es necesario encontrarnos serenos, en este momento
suelen presentarse las etapas que la Dra. E. Kubler Ross dice acerca del duelo
(la enfermedad debe vivirse como un proceso de duelo, pues es una pérdida, la
de la salud): Negación, ira, pacto o negociación, depresión y finalmente la aceptación.
Quien ha pasado por las etapas anteriores en las que pudo expresar sus
sentimientos -su envidia por los que no sufren este dolor, la ira, la bronca
por la pérdida del hijo y la depresión- contemplará el próximo devenir con más
tranquilidad. No hay que confundirse y creer que la aceptación es una etapa
feliz: en un principio está casi desprovista de sentimientos. Comienza a
sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o acompañado, no se tiene
tanta necesidad de hablar del propio dolor... la vida se va imponiendo.
Dentro
de la aceptación podemos añadir la virtud cristiana de la esperanza, pues es la
que sostiene y da fortaleza al pensar que se puede estar mejor y se puede
promover el deseo de que todo este dolor tenga algún sentido; permite poder
sentir que la vida aún espera algo importante y trascendente de cada uno.
Buscar y encontrar una misión que cumplir es un gran estímulo que alimenta la
esperanza.
4. Cuidados.
Aquí hablamos de los cuidados básicos para sanar la enfermedad, la
alimentación, la administración a tiempo de los medicamentos, la atención
debida al enfermo. Pero también podemos hablar de los cuidados paliativos que
un enfermo en etapa terminal necesita tener, estos son los cuidados
proporcionados al tipo de enfermedad que padece. Pero sobre todo, el enfermo en
esta etapa necesita apoyo, afecto de toda su familia, necesita sentirse
querido, comprendido, útil a la familia y sociedad y esto de alguna manera
debemos considerarlo.
5. Actitud.
La mejor actitud es la de la esperanza cristiana. Como decíamos hace un momento
si el enfermo es creyente, debemos hacer hincapié de la posibilidad de unir sus
padecimientos a los de Cristo Sufriente. Unir los propios sufrimientos a la Pasión de Cristo, así en una
unión profunda la fe del enfermo se fortalecerá convirtiéndose así en una
imagen viva del rostro de Cristo en la cruz.
Pero
si el enfermo no fuera creyente, entonces es necesario insistir en que esta
enfermedad puede ser una posibilidad para repensar en su propia vida, sus proyectos, su actitud ante su familia y
amigos, etc.
Que
no nos tome por sorpresa la enfermedad, asumamos con serenidad la finitud de la
vida, nuestra limitación humana elevando a Dios nuestra oración constante y
así, seremos plenamente humanos respondiendo a Dios como verdaderos cristianos.
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