viernes, 31 de octubre de 2014

¿Cómo le digo a mi enfermo que su enfermedad es incurable?

¿Cómo le digo a mi enfermo que su enfermedad es incurable?
Dar malas noticias nunca es agradable, por la misma naturaleza del hecho. ¿Quién debe dar la noticia a una persona que tiene una enfermedad incurable? El familiar más cercano?, el médico?, la enfermera en turno?, un tanatólogo?, ¿Quién?
Ciertamente la familia no se encuentra preparada para dar una noticia de esta magnitud, se quiere evitar en la mayoría de las veces hablar de este tema, o evadir la situación pensando que a “nosotros no nos puede ocurrir esto”. Probablemente en tu familia nuca haya pasado esto, pero hay que hacer conciencia de que algún día nos podrá pasar. Entonces, ¿a quién le toca?
 Desde mi punto de vista, y al parecer la literatura especializada también afirma, el diagnóstico siempre le debe tocar al médico que está llevando el proceso terapéutico. Es el médico quien mejor conoce el estado del enfermo y quien debe asegurarle un tratamiento adecuado para su enfermedad, sea que lleve a la curación o sea paliativa.
Ciertamente el médico se puede hacer acompañar en el momento de dar la noticia de algún familiar cercano, como puede ser el cónyuge, el padre o la madre o un hijo. Este acompañamiento será de apoyo al momento en que el médico de la noticia al paciente acerca de su enfermedad incurable o de su tratamiento  que llevará no pocos sufrimientos. Es muy importante que la información dada al paciente y a su familia en el momento de explicar sea muy clara y veraz. El enfermo tiene todo el derecho de recibir la información que quiere saber y sólo la que quiere saber. Se recomienda a los médicos emplear términos adecuados al paciente para su mayor comprensión y asimilación de lo que está padeciendo y cómo será el tratamiento que seguirá.
Inmediatamente después, es recomendable quedarse unos momentos con el paciente y su familia para que asimilen y estar disponible para que hagan todas las preguntas que deseen. El médico no es un cartero que llega da un mensaje y se va. Es incluso parte de la terapia, de la recuperación, del bálsamo y seguridad del paciente en ese momento.
Finalmente una vida de oración en los profesionales de la salud les ayudará con la gracia del Espíritu Santo a saber decir en el momento exacto, prudente y oportuno lo mejor para el paciente que tienen enfrente en ese momento, pues cada uno de nosotros es único e irrepetible.
P. Alejandro de J. Álvarez Gallegos
Coord. Diocesano para la Pastoral de la Salud

pastoralsaludyucatan@hotmail.com

jueves, 24 de julio de 2014

Eutanasia o distanasia

¿Eutanasia o Distanasia?
Se trata de una realidad que siempre ha estado presente en la historia y en la cultura, bien sea por medio del suicidio, la ayuda al suicidio, la indulgencia o aceptación de éste.
La novedad actual, consiste en que hay una creciente aceptación de masa de la muerte sobre todo en los últimos años.
A esto ayuda la cultura hedonista y eficientista en la que hoy vivimos, cultura en la cual el sufrimiento, la enfermedad no tienen ningún sentido. El hombre de hoy se siente patrón de su propia vida y de la de otros, más aún si esta no es eficaz. También se respira un ambiente utilitarista y pragmatista en la que la persona vale por lo que puede dar a la sociedad, entonces no se ve ninguna razón para tener algunas personas que no producen ninguna utilidad a la sociedad.
El término eutanasia,  (eu-tánatos) significa buena muerte, que a lo largo de la historia ha tenido distintas derivaciones
El nazismo, por ejemplo, ha utilizado otro sentido en cuanto a eliminar las vidas no dignas de ser vividas. Hoy significa hacer morir a una persona sin sufrimiento o para evitar el sufrimiento.
El término distanasia sería una prolongación del proceso de la muerte éticamente no aceptable. Es un “ensañamiento u obstinación terapéutico” que son medidas inútiles y desproporcionadamente onerosas. Por tanto es una prolongación indebida del proceso de muerte, por tanto, no dejar morir la persona.
Hay que hacer notar que muchas veces las súplicas de los enfermos graves de suprimirles la vida obedece a que se sienten desprotegidos, solos y sin ningún cuidado o atención.  Por el contrario, los enfermos que se sienten atendidos, acompañados, valorados y tomados en cuenta muy probablemente no pidan ser desconectados, pues la esperanza está mientras haya vida.
P. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud

pastoralsaludyucatan@hotmail.com

Cuando los hijos se van

Cuando los hijos se van
Cuando los hijos crecen, se casan o se van de la casa, el hogar que los vio nacer y crecer queda vacío. A esto se le conoce como “el nido vacío”. Los padres sienten un hueco, soledad,  ya nada es como antes, como que sienten que les hace falta algo….o ¿alguien?
Que los hijos crezcan y se vayan no es posible cambiarlo, es parte de la vida humana, del crecimiento y madurez personal, los padres deben saber dejar ir.
Pero, ¿Qué sucede después?, ¿Qué hacer cuando los hijos se van? Cuando ya no están en casa viviendo con los padres?
No cabe duda que cada familia es diferente, para algunos padres será como cambiar de página un libro y vamos que la vida siga, pero para otros sí que será un momento y un período difícil de superar. Es aquí en donde se debe identificar la pérdida y elaborar un duelo.  Sí, elaborar un duelo, pues tal vez no se ha sufrido una pérdida como es la muerte, pero sí la pérdida de tener al hijo en casa.
Es momento de buscar ayuda psicológica y espiritual, de ser consciente de que yo como padre o madre, también un día yo salí de casa de mis padres para formar un nuevo hogar, para crecer como persona, no encerrarse en sí mismo lamiéndose la propia herida y ser susceptible de caer en los chantajes hacia el propio hijo que se ha ido.
Si los hijos aún son muy jóvenes y este momento aún está lejano, no importa, púes este es el momento para que entre los esposos platiquen que harán el día que esto suceda.
Es muy saludable comprender estos procesos humanos, pidamos la gracia a Dios de saber crecer y de dejar crecer a los demás.
P. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coordinador diocesano para la Pastoral de la Salud

pastoralsaludyucatan@hotmail.com

Vocación de curar

Vocación de curar
Recientemente una buena persona me regalo un libro que lleva por título “Vocación de curar”, y al abrirlo me encontré con diferentes pensamientos de notables escritores, artistas, médicos y personas que de alguna manera se relacionan con el mundo de la salud, del arte y de la belleza.
Este libro me llevó a reconocer que todas las personas que tengan como misión el de ayudar a otros,  tienen de alguna forma esta vocación de curar. Cuando hablamos de curar no pensemos solamente en los médicos, en las enfermeras o en los psicólogos, sino en todos aquellos que tienen esa finalidad de descubrir la bondad en los demás. Y cada uno de nosotros podemos descubrir esta vocación.
Pienso por ejemplo, en los artistas que se dedican a plasmar en un hermoso óleo su inspiración y que al contemplarlo sana nuestro interior dejando transformar algún sentimiento negativo en una actitud de bondad hacia los demás. Así, estos pintores (artistas), tienen esta vocación de curar y de sanar pues despiertan en cada uno de nosotros lo sagrado de la contemplación.
Una mama que se preocupa por el crecimiento de sus hijos, por su educación, por su formación en los valores humanos-cristianos, sabe curar, sabe sanar; pues con su empeño y sacrificio, sus hijos crecerán con valores bien cimentados y así, esta dedicación será recompensada.
Un sacerdote, cuando se convierte en verdadero puente de la misericordia de Dios y lo refleja en una paternidad bondadosa, hace manifiesta su vocación de curar.
Una religiosa, en la medida en que su maternidad espiritual sea imagen de la cercanía de Dios hace patente su vocación de curar, pues estará sanando corazones que se sienten solos, tristes y sin esperanza.
Todos podemos despertar de la enfermedad de la indiferencia hacia los demás, pidiéndole a nuestro Padre Dios que nos haga tener actitudes sanantes hacia nuestro prójimo. Definitivamente Dios nos llama a la santidad, y una manera muy concreta de vivirla es en mi vocación de curar.
P. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coord. Diocesano para la Pastoral de la Salud

pastoralsaludyucatan@hotmail.com

Saber acompañar

Saber acompañar
Saber acompañar ciertamente no es fácil. El acompañamiento de una persona que está pasando por momentos de angustia, ya sea por un duelo, un enfermedad o cualquier tipo de pérdida resulta siempre un reto para el acompañante.
Acompañar significa <<estar con>>, <<caminar junto a>>, y para esto se requiere de la práctica de la virtud de la empatía. Acompañar viene  del latín: Cum-panis <<comer pan juntos>>, sentarse a la mesa emocional y espiritual del enfermo y su familia e intercambiar sentimientos, deseos, preocupaciones y esperanzas.
Acompañar es entrar en tierra sagrada, pues muchas veces el enfermo nos permite entrar en lo más sagrado que tiene, que es su conciencia. Y es en la conciencia donde precisamente Dios habla.
Es ayudar al propio enfermo a descubrir que es lo que Dios le está diciendo, porque Dios nunca se queda mudo, siempre habla, pero hay que aprender a escucharlo. Para esto el acompañante debe estar muy cerca de Dios, tener un diálogo real y sincero con Dios, y también junto con el enfermo abrir el corazón y la mente para poder escucharlo.
El acompañante pide ante todo el don de la sabiduría para saber discernir las inquietudes del enfermo, sus dolores, sus malestares, sus anhelos. Pero, todo esto no se puede dar sino hay de por medio la empatía.  El que acompaña no dirige, sino que camina al lado; no impone su modo de pensar o actuar; tampoco da consejos “sobre lo que debería de hacer”; sino que discierne en común con los otros profesionales de la salud. Esto es generar empatía. Cuando el enfermo no se siente a gusto con su acompañante se va a producir una obscuridad en el diálogo, se volverá todo mecánico y gris.
En fin, que acompañar siempre será un arte que se va aprendiendo día a día, no hay que desesperarse, pues nadie nace sabiendo cómo acompañar a un enfermo o a una persona en situación de crisis. En artículos posteriores abundaremos sobre este proceso de acompañamiento que genera salud y como consecuencia la paz interior.
P. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coord. Diocesano para la Pastoral de la Salud
pastoralsaludyucatan@hotmail.com


A las enfermeras y enfermeros

A las enfermeras y enfermeros
¡Feliz Año 2014¡ Iniciamos un nuevo año con la gracia y bendición de Dios. Un nuevo año en el que seguramente vendrán nuevas oportunidades, retos, sacrificios, éxitos, logros, etc. Lo que siempre pedimos para el nuevo año salud, trabajo y unión. ¿No es así?
Ciertamente no está totalmente en nuestras manos tener una vida saludable. Continuamente estamos sujetos a los factores ambientales, químicos, tóxicos, etc. Y muchas veces hasta un mosquito nos puede llevar a la cama por varios días, pero sí que podemos poner de nuestra parte para que nuestra salud se encuentre en buenas condiciones. Es decir, no exponernos corriendo riesgos que no son necesarios. Busquemos ante todo la prevención, con hábitos higiénicos y de salud que nos acompañen los 365 días del año.
Por otra parte, este 6 de Enero celebramos el día de la Enfermera o enfermero. Estas personas que nos cuidan, atienden y se preocupan de nuestra salud cuando nos encontramos en el hospital, merecen nuestro reconocimiento y respeto.
Muchos de ellos y ellas son verdaderamente como esa luz que encienden el día de su graduación, pues llevan esperanza de aliviar el dolor y el consuelo que cura.
Recientemente, el Papa Francisco en una de sus homilías en la Casa de Santa Martha dijo hablando de la ternura de Dios: “La imagen que me viene es la de las enfermeras, la de una enfermera en un hospital, que cura las heridas una a una, pero con sus manos. Dios se involucra, se mete en nuestra miseria, se acerca a nuestras llagas y las cura con sus manos, y para tener manos se ha hecho hombre”.
Por este motivo, la pastoral de la salud quiere hacer presente a todas las enfermeras y enfermeros con una Celebración Eucarística el día 6 de Enero en la Catedral de Mérida, presidida por el Sr. Arzobispo de Yucatán, S.E. Mons. Emilio Carlos Berlie Belaunzarán, a las 8.15am. Están todos invitados a darle gracias a Dios por los cuidados que hemos recibido de estas personas. Y al mismo tiempo para pedir que cada día hayan más hombres y mujeres que quieran servir a la sociedad como enfermeras o enfermeros.
Dios les pague y les recompense la enorme labor que realizan en bien del ser humano, de toda la persona. Muchas gracias enfermeras,  que Santa Águeda patrona de las enfermeras interceda por ustedes, las proteja y acompañe.
P. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coord. Diocesano para la Pastoral de la Salud

Cuando llega el dolor

Cuando llega el dolor
Nadie esta exento del dolor. El dolor puede ser provocado por la enfermedad biológica, emocional, mental, la muerte de un ser querido, el abandono de hogar, etc.
El dolor nos acompaña toda nuestra vida, y ciertamente nos hace pensar en la finitud, en lo débil y vulnerables que somos como seres humanos.
El dolor a los seres humanos nos puede llevar al sufrimiento, pues nos mueve la conciencia y es en la conciencia donde Dios nos habla y nos interpela.
La realidad del sufrimiento plantea una pregunta sobre la esencia: ¿qué es el mal?. La respuesta cristiana a esta pregunta es distinta a la que plantean algunas tradiciones culturales y religiosas. Desde el concepto cristiano, el hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta del bien; es decir que el hombre sufre a causa del bien del que el mismo se ha privado. (Salvifici Doloris 2)
Todo hombre que sufre se pregunta: ¿por qué? -es una pregunta sobre la causa- y al mismo tiempo, ¿para qué? -es decir por su sentido o su fin.
El dolor debería ser erradicado, a los enfermos se les puede evitar sentir dolor pero no siempre se les puede evitar el sufrimiento, porque va más allá de lo tangible.
Cuando llega el dolor debemos acudir a los diversos medios que la medicina nos ofrece, los avances han sido- gracias a Dios y a los científicos- muy numerosos, pero el sufrimiento es también terapéutico, es sanante.  Cristo no escondía a sus oyentes la necesidad del sufrimiento. Decía “el que quiera venir detrás de mí...cargue con su cruz cada día” (Lc. 9,23). De manera que nos toca unir a Cristo los dolores y sufrimientos que tenemos en esta vida. Será saludable si lo hacemos en espíritu de oración, con actitud de entrega y confianza a Nuestro Señor.
P. Alejandro de Jesús Álvarez Gallegos
Coord. Diocesano para la Pastoral de la Salud

pastoralsaludyucatan@hotmail.com